Digamos, en primer lugar, que es posible que la nueva clasificación no implique una revolución respecto al DSM-IV, sino mas bien una continuidad, a pesar de que ha organizado enormes polémicas, fundamentalmente derivadas de la opinión de los antiguos responsables de ediciones anteriores. Es cierto que los trabajos de campo y los grupos de trabajo han optado por revisarlo casi todo, desde la propia definición de trastorno mental hasta numerosos criterios diagnósticos, o la adscripción de las polémicas “dimensiones” hasta la desaparición de la “multiaxialidad” en un intento de homogeneizar la psiquiatría con otras especialidades médicas, cuestión totalmente loable. Otros puntos claves han sido las discusiones sobre la relación entre DSM-5 y CIE-11 (en elaboración) o el hecho de tratar de integrar la salud mental en atención primaria: convertir el sistema nosológico en útil para la atención primaria y resto de la medicina, simplificando terminología y criterios, recomendando evaluaciones e instrumentos para clínicos no psiquiatras.
Uno de los grandes problemas de la psiquiatría en estos instantes, desde un punto de vista nosológico, es ajustarse a los criterios de validación de los cuadros clínicos que propusieron ya Robins y Guze en 1970, amplificados por Kendel en 1990 con un sexto criterio (la respuesta específica a tratamientos). La pregunta es si los diagnósticos psiquiátricos pueden cumplir estos criterios en la psiquiatría de inicios siglo XXI (3).
Las llamadas “Research Conferences” organizadas por la APA con la vista puesta en esta asunción de los hallazgos de la neurociencia tuvieron un resultado ciertamente desalentador: no existen marcadores biológicos con suficientes datos empíricos para ser incluidos en el DSM-5. Por todo ello resulta demasiado ambicioso pretender que la nueva clasificación implica, como querían sus mentores, un nuevo “paradigma” en psiquiatría. En cualquier caso, la psiquiatría necesita una clasificación, no puede estar sin ella porque traicionaríamos uno de los supuestos esenciales del trabajo diagnóstico psiquiátrico. No hay ciencia sin taxonomía.
Con todos estos antecedentes, el trabajo que presentamos constituye una espléndida tarea de revisión crítica de lo que significa el DSM-5: examinandos pros y contras la tarea que ha emprendido el grupo del Hospital Clinic de Barcelona coordinado por el profesor Miquel Bernardo es un excelente repaso a los problemas conceptuales y, a continuación, un pormenorizado análisis por modificaciones y cambios específicos planteados. La verdadera revisión del DSM-5 la tiene que hacer psiquiatras clínicos y de investigación : ¿es una clasificación que mejora la existente en todos los aspectos, solo en asistencia, solo en investigación, solo en las repercusiones éticas y legales o acaso en ninguno de ellos?. Pero, de momento, a la espera de la experiencia directa de cada uno de nosotros en nuestros ámbitos de trabajo, este documento de Barcelona constituye la mejor aproximación disponible para entender mejor esta clasificación, “más biblia que guía”, como ha sugerido algún observador cualificado. Y es que el DSM-5, como ocurre con algunos clubs de fútbol, es algo más que una clasificación de enfermedades o trastornos mentales.
Miquel Roca
Institut Universitari d’Investigació en Ciències de la Salut
Rediapp
Hospital Juan March
Universitat de les Illes Balears. Palma de Mallorca
- D Kupfer, E Kuhl, D Regier. “DSM-5: The future arrived”. JAMA, 2013 Feb 25:1-2. doi: 10.1001/jama.2013.2298.
- Frances AJ, Widiger T. Psychiatric diagnosis: lessons from the DSM-IV past and cautions for the DSM-5 future. Annu Rev Clin Psychol. 2012;8:109-30.
- Phillips J, Frances A, Cerullo MA, Chardavoyne J, Decker HS, First MB et al. The six most essential questions in psychiatric diagnosis: a pluralogue part 1: conceptual and definitional issues in psychiatric diagnosis. Philos Ethics Humanit Med. 2012 Jan 13;7:3. doi: 10.1186/1747-5341-7-3.
Prólogo al libro DSM- 5 ¿QUO VADIS? Ediveramerica 2013